Comentario
Prebendas, historias y burócratas
Si bien hemos despejado algunas de las incógnitas que giran en torno al manuscrito, aún nos quedan tres interrogantes: ¿quién escribió el fragmento? ¿qué motivación le guiaba? ¿cuándo se redactó la relación?
Respecto a la primera pregunta, las inferencias que se deducen del documento invitan a suponer que el cronista era una persona cultivada, muy cristiana y buena conocedora de la psiquis humana; una persona que, además, gozaba de una mente tomista y de una gran sutileza. En la Nueva España, estos rasgos caracteriológicos se pueden aplicar bien a un funcionario mestizo, bien a un español perteneciente al estamento religioso.
La deducción --un tanto osada, he de reconocerlo-- proporciona un punto de partida para especular sobre las motivaciones de la obra. En principio, el hecho que un castellano aficionado a las antigüedades nativas tomara apuntes de una historia nada tiene de extraño. De hecho, la historiografía novohispana empleaba el sistema de forma habitual.
Ahora bien, la loable postura indigenista de las órdenes misioneras propiciaba que los frailes escritores diesen más crédito al relato indígena de la conquista que al discurso castellano, Fray Diego Durán ofrece un magnífico ejemplo de esta credulidad acrítica:
Lo cual, si esta historia no me lo dijera, ni viera la pintura que lo certificara, me hiciera dificultoso de creer, pero como estoy obligado a poner lo que los autores por quien me rijo en esta historia me dicen y escriben y pintan, pongo lo que se halla escrito y pintado. Y porque no me arguyesen de que pongo cosas de que no hay tal noticia, ni los conquistadores tal dejaron dicho ni escrito, pues es común opinión que [Motecuhzoma] murió de una pedrada, lo torné a preguntar y satisfacerme, porfiando con los autores que los indios lo mataron de aquella pedrada. Dicen la pedrada no haber sido nada, ni haberle hecho mucho daño, y que en realidad de verdad, le hallaron muerto a puñaladas y la pedrada ya casi sana en la mollera24.
Igual fe de carbonero muestran los historiadores mestizos25. Sin embargo, el trasunto que aquí nos interesa rompe la tónica general. La meticulosa y rígida revisión indica que el compilador pensaba en el lector metropolitano cuando releyó la copia. Un lector sui generis, cabe añadir, pues aunque aborrecía el vicio de la lectura, como la mayoría de los ibéricos, se veía en la obligación de ojear plumbeos mamotretos por razones profesionales.
Dicho con otras palabras, las Noticias constituían la base de un documento que, sin duda alguna, alguien pretendía presentar al Consejo de Indias. ¿Quién? Evidentemente, algún miembro de la casa real tetzcocana con el objeto de obtener alguna merced. ¿Y qué podía pretender un cacique indio del Serenísimo Carlos? Únicamente dos estímulos incitarían a un orgulloso acolhua a iniciar los complejos trámites burocráticos: la concesión de un escudo de armas, recompensa que le equiparaba a la nobleza de Castila, o prosaicas demandas monetarias. En ambos casos, los funcionarios exigían un gran número de informaciones.
Don Hernando Pimentel, hijo de Coanacotzin, no fue la excepción de la regla. Primero pidió un escudo heráldico; después, obtenido éste, sus demandas adquirieron un matiz financiero. En 1557, el César, tras examinar la relación histórica enviada por don Hernando y sus hermanos, ordenaba que se restituyera al linaje acolhua las ciudades de Tepepulco y Coatepec26. Ahora bien, para desgracia y desesperación del clan Pimentel los trámites se demoraron. El 14 de julio del año siguiente, una real cédula, fechada en la ciudad del Tormes, pedía a la real audiencia que abriera una información para corroborar lo alegado por Pimentel27.
A la vista de lo expuesto, no resulta nada extraño que los documentos a exhibir se examinasen con lupa. Sólo un estulto o un ingenuo esperaría obtener una recompensa presentando una relación de méritos y servicios que no sólo criticaba a los encargados de conceder la prebenda, sino que, para mayor inri, loaba la actuación de la oveja negra de la familia.
Queda por despejar la tercera de las incógnitas. ¿Cuándo se compuso las Noticias? Aunque el documento no proporciona ninguna evidencia para fijar su fecha de redacción, un somero examen de las disposiciones legislativas referentes al antiguo señorío de Nezahualpilli induce a suponer que el manuscrito se escribió a mediados del siglo XVI28.